Nada fácil resulta plasmar en unas líneas lo absorbido estos días en el congreso de arquitectura al que hemos asistido. Ante mis ojos han desfilado profesionales consagrados, grandes pensadores y famosos actores de este mundo de la arquitectura. Ganas no han faltado de salir corriendo a declararles amor eterno y plasmar nuestro breve affair en una foto o autógrafo pero una es más tímida que eso y prefiere quedar en la sombra rescribiendo sus notas, organizando sus ideas y tratando de que algo de lo escuchado pueda servirle de inspiración o práctica para su trabajo diario.
Se apagaron los faroles…
Como un mal narrador empezaré por el final tratando de llegar al principio sin perderme, aferrándome a la certeza de que lo que estoy buscando, no es una brillante definición de un slogan, sino una respuesta concreta a la última pregunta: cual es la promesa de la arquitectura.
Murcutt anunció que la promesa de la arquitectura es que el mundo puede cambiar, y si no, estamos perdiendo el tiempo, y eso a él no le agrada en absoluto. A mi en particular tratar de ser un superhéroe me resulta cuando menos abrumador.
De acuerdo, necesita cambiar el mundo, pero, ¿puede hacerlo? Bueno, poseemos un arma poderosa, el proyecto, que nos permite sintetizar problemas. Si a demás se posee la capacidad y empuje de Alejandro Aravena vamos por buen camino.
Hemos constatado que la arquitectura no tiene sentido en si misma, si no sirve para mejorar la vida de las personas, no provoca cambios sociales y mejora las ciudades. Iebedo Kéré nos dejó boquiabiertos con sus hazañas dignas de novela caballeresca y es que, en situaciones extremas, es cuando mejor se aprecia su poder.
Me he quedado con las claves: la arquitectura es una cuestión de lugar y contexto, poco mérito esa ya me la sabía, pero he aprendido que lo es de tiempo también.
La buena arquitectura debe adaptarse al tiempo de la naturaleza, paradójicamente no debe ser sostenible sino sensible (no lo pones fácil Mr. Murcutt) no es un echo acabado sino un constante vivirla modificarla, ocuparla… lo tendré presente en el futuro.
He anotado la genial metáfora de Carlos Jiménez: la arquitectura es un libro en blanco que entregamos para que sea escrito en el tiempo, y, el secreto del buen alquimista Mehrotra: que fermenta mejor con una componente didáctica, en lugar de imponerse avasallando.
Como el tiempo que pasa, la arquitectura es algo inmaterial y a la vez muy físico, es arte porque busca la belleza, no necesariamente en el sentido romántico y porque hace ser mejores a las personas. Se encuentra en lo pequeño, escondido bajo el agua, en el verbo….
…se me encendieron los grillos!